Add parallel Print Page Options

Hay quienes derrochan su oro
    y pesan plata en una balanza.
Luego contratan a un orfebre para que les haga un ídolo de oro.
    Después se inclinan y lo adoran.
Lo levantan y lo cargan en hombros,
    lo ponen en su lugar y lo dejan allí.
    El ídolo no se mueve de donde lo pusieron.
Si uno le grita, él no responde;
    no salvará a nadie de sus angustias.

»Recuerden esto y permanezcan firmes.
    Ténganlo presente, pecadores.

Read full chapter